Si sonríe, sonrío con él porque sé que esa noche será cariñoso y habrá doble ración de ronroneos. Si serio, ya puedo irme a dormir a mi cojín favorito...
Después lo coloca en la estantería, al lado de otros muchos cubiertos de polvo que me hace estornudar. Rara vez vuelve a sacarlos de su sitio si no es para prestarlos.
A veces, cuando lo deja sobre la mesa y no me ve, aprovecho para abrirlo. Mis dedos no son hábiles y acabo tirándolo al suelo con el consiguiente estruendo y la carrera para esconderme lo antes posible.
Quizá la vida sea una sucesión de libros que se abren y se cierran como ventanas. Dentro hay una historia alegre o triste, unos personajes que van y vienen y se mueven entre las sombras.
Una ventana se abre y una joven gata, de otro mundo, sonríe apoyada sobre la batiente mientras suena una canción de Bob Marley. La ventana se cierra y es el olvido, la estantería, el hueco ciego del alma cerrado para siempre.
El pintor ha pintado un nuevo cuadro que es como cerrar un libro que ya nunca se volverá a abrir. Pero está contento, lo mira con orgullo porque nadie podrá volver a pintarlo y en ese fugaz momento fue solo suyo.
Este gato está de suerte.