Llegó la muerte con dulzura aquella noche helada de invierno. Lo sabían y se amaron entregando el calor que les quedaba. Abrazados y frente a frente se miraron mientras un sueño azul y un manto blanco cubría sus cuerpos.
Así los encontraron y así los depositaron en el pequeño túmulo. Una flecha y un cuchillo de piedra fueron su ajuar de novios y de muerte.
Seis mil años después unos arqueólogos emocionados los volvieron a encontrar y su emoción se contagió al resto de los mortales.
¿ Amor eterno que traspasa la frontera de la muerte ? ¿ Sacrificio ritual ? Y qué importa.
Déjame soñar , amor mio, y si no despertamos mírame a los ojos otros seis mil años.
4 comentarios:
Precioso relato de una historia de verdad.
Mi abrazo apretado.
Gracias Rosario. Un beso grande.
Qué cosa, no? Algo tan íntimo perdura desnudo a través de los siglos. Resulta estremecedor y muy conmovedor. Un beso enorme, Javier
Matisse maulla para ti.
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